
Haradhere continúa de fiesta. Nunca hubo tantas bodas en esta pequeña localidad somalí de tan sólo 6.000 habitantes. Los piratas pasean orgullosos con sus recién "estrenadas" mujeres.
Por las calles polvorientas de Haradhere, situada a 300 kilómetros al norte de Mogadiscio, circulan Toyota Land Cruiser, camionetas y vehículos deportivos. En sus asientos, hombres jóvenes armados, fumando cigarrillos Marlboro y masticando khat -la droga más popular de Somalia-, desprovistos de cualquier preocupación.
"Es genial, ahora sí que somos hombres de verdad", susurra un joven pirata que acompaña a un amigo a su boda. Mientras, en la parte trasera del vehículo, una joven acurrucada en los brazos de otro bucanero le pregunta mientras lo mira extasiada: "¿Cuándo será nuestra boda? "Pronto", contesta el pirata, "cuando llegue otro gran pez", es decir, otro atunero.
En una pequeña casa, 200 personas se reunieron el jueves para asistir a la boda de Hassan Shukri, un joven corsario, al que aclamaban con gritos de "héroe", al tiempo que animaban a otros chavales a unirse a los piratas, de los que se mostraban orgullosos. "Los cobardes en las calles, los valientes en el mar", gritaban.
Hace dos días, la ciudad era una inmensa polvareda donde no había nada. El dinero del rescate pagado por los españoles -2,7 millones de euros- ha dado un nuevo impulso a la ciudad.
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